El cine venezolano se ha caracterizado por no ser una industria prolija especialmente en cuanto a filmografias resaltantes- salvo aquella pieza alabada en el mítico festival de Cannes (premio de la crítica internacional), "Araya" de Margot Benacerraf en 1959 la cual se estreno en Venezuela 17 años después¡¡; igualmente es identificable por su baja calidad de producción y dominio de la técnica cinematográfica, y al igual que el país, por relatar historias que reflejan lo peor de nuestra idiosincrasia en decadencia, forma de ser y vivir.
Piezas esenciales en nuestra cinematografía nacional lo certifican, muchas de ellas provenientes en su mayoría de la época conocida como "Nuevo cine venezolano": "Cuando quiero llorar, no lloro" (Mauricio Walerstein, 1973) inaugura con éxito el tipo de relatos que tocan el tema social redituable en términos financieros apareciendo posteriormente clásicos como "El pez que fuma" (Roman Chalbaud) y "Soy un delicuente" (Clemente de la Cerda).
Pese al adelanto tecnológico en procesos de pre y post producción y demostrando el cine que puede manejar otras variantes en su temática, las décadas han pasado y la mayor producción de cine nacional sigue apuntando con mucha más profundidad temas sociales como la delincuencia (La hora cero), secuestro (Secuestro express), sicariato (Sicario), golpes de estado (El Caracazo), extracciones de oro en el Orinoco (Garimpeiro); e incluso por situaciones gubernamentales se ha enfocado en filmar las historias de héroes de la independencia patria (Francisco de Miranda), artistas plásticos (Reverón) por nombar algunas.
Ciertamente el cine venezolano ha tocado en pocas oportunidades temas más sencillos y cotidianos que muestran la otra cara del país que todos queremos, siendo muestras evidentes películas como "El rumor de las piedras" e incluso la película "Hermano" que termina sucumbiendo a la realidad decadente en términos sociales de nuestro país
El cine tiene como función reflejar realidades y también evadirlas, imaginarlas o fabularlas; soñar e inspirar al espectador en un examen terapéutico de felicidad, confort, conciencia, reflexión y ensoñación que se valora mucho más cuando viene de la propia cosecha patria, altamente criticada por reflejar antivalores (embarazo precoz, sexo, prostitución, abandono infantil, pobreza, infidelidad,consumo de sustancias estuperfacientes, groserias, marginalidad); en vez de valores ciudadanos que deben repercutir con fuerza en el momento actual dónde los cambios y los mensajes deben dirigirse a la unidad, la vida y a recuperar las mejores situaciones personales y grupales del colectivo.
En este sentido, Olegario Barrera nos trae la fábula inspirada en una historia de su cosecha, "El manzano azul" que al igual que su opera prima "pequeña revancha" (1986) se vale de la mirada de un niño para contar la historia que protagonizan los adultos a su alrededor y como esa influencia termina generando cambios positivos.
La película refleja valores positivos como el amor entre un abuelo y su nieto, la lectura, el amor por la tierra y su gente, la solidaridad, la unión, el respeto por los demás y por uno mismo, el valor de la palabra empeñada; y al mismo tiempo hace una leve mención crítica a la política diciendo que "la política no es mala, lo que son malos son los que la hacen", igualmente a la corrupción; todo dentro de una fábula que sin ser perfecta por carecer de un sólido guión con líneas memorables o una acabada calidad en otros aspectos técnicos o actorales, resulta refrescante como la brisa del páramo y un agrado especial por los mensajes que logra transmitir al público; sin desvirtuar el mensaje hacia la crítica de los temas sociales clásicos.
Esta fábula sencilla ofrece al espectador y al niño protagonista de la cinta, a través de la figura del abuelo (un entrañable Miguel Angel Landa) y del manzano azul varias enseñanzas para la vida y para aplicarlas nosotros mismos, comenzando en la crianza actual y la convivencia en los hogares
Sin ser un prodigio del séptimo arte, el manzano representa una visión mejor del país que todos queremos y necesitamos para vivir, de ahora en adelante. Recomendada. Véala y apoye al cine nacional que en este caso, realmente lo merece. Y no se pierda al principio de la proyección el cortometraje "música del cielo", un esfuerzo loable del amateur director Albi de Abreu
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